miércoles, 12 de marzo de 2014

Un club con identidad

  Colgados en la pared se ven cuadros de los equipos de cada actividad y en una vitrina trofeos de fútbol y básquet. Mermeladas, azúcar y fideos ocupan un rincón de  la recepción. Es que hace pocos días llegaron las donaciones al Centro Cultural Tolosano que reciben cada mes, luego de la inundación del 2 de abril.     Gracias a esta entrega se realiza la copa de leche para los niños y la colaboración con los comedores.
  Detrás del escritorio está ella, Yanina Grasso (40), la actual presidenta, que aunque fue elegida hace casi 2 años, forma parte del club desde hace 10. Es la mujer que se puso la institución en la espalda y logró, con ayuda de otros socios, sacarla adelante. Permitiendo que no sólo sea un club, sino el club del barrio.
  Nació el 27de febrero de 1926, formado por un grupo de adolescentes que se juntaban en la esquina de 115 y 527. En sus inicios sólo había futbol, con el tiempo se fueron acercando los vecinos y  se sumaron otras actividades. Incluso hoy  tiene una biblioteca.
  En 1998 una crisis institucional llevó al cierre total de actividades durante 8 años. Un grupo de socios se juntó e impidió el remate, logrando así, su continuidad. Además de fútbol, se dan clases de básquet, taekwondo, destreza y patín.
 “El club va a donde lo necesitan”, dijo Pablo Pérez (42), tesorero de la institución, haciendo referencia a la colaboración con los comedores del barrio y las familias más necesitadas.  A ellas se les entrega alimentos todos los meses.
  Muchas veces  actúa como espacio de contención. Saca a los más chicos de la calle. Los socios que practican futbol (en su mayoría menores de 12 años) según Yanina, son los más humildes, por eso se les brinda la copa de leche, garantizando así, que a la salida del colegio van al CCT y de ahí a su casa.
  Tiene socios que van desde los 7 hasta los 99 años, que se reparten entre distintas actividades, como el gimnasio, ubicado en la entrada del club o el buffet.
 Con una sonrisa en la cara, la presidenta dice orgullosa: “El club es mi vida, es identidad de cualquier tolosano. Aunque haya otros, este es el club de todos”.
  Como todo club barrial, necesita cosas que parecen nunca llegar, Sobre todo un nuevo edificio para sumar otras actividades.
  En febrero se cumplieron  88 años de la fundación. Tiene más de mil socios. Socios de ayer, de hoy y de siempre. Socios que a pulmón mantienen viva la esencia de uno de los lugares más importantes de Tolosa.
  Sin duda alguna este es un barrio especial, con historia, un barrio que en algunas partes aún conserva sus ochavas, que tiene gente que lucha por lo que quiere. Pero por sobre todas las cosas, Tolosa tiene un punto de encuentro. Tiene un lugar lleno de recuerdos, cargado de sueños y de esperanza, un lugar que es la casa de todos: Círculo Cultural Tolosano.


Por:  Adriana Becerra, Matias Ravara, Juan Brissón Egli, Luis Alvarado, Giuliana D’ Ortenzio

El Galpón de Tolosa

Transformando el abandono en inclusión

Por Eugenia Hidalgo, Eduardo Sansone, Matías Uño, Dolores Barceló, Camila Cadel, Jimena Saint Laurent

  Rodeado  de  árboles  y  camuflado  por  algunos  grafitis  que  no  alcanza a disimular  su  aire  inglés,  se encuentra  el  Galpón  de  Tolosa.  El  Galpón, a secas,  como  lo  llaman  los  vecinos  y  colaboradores  es un  Centro Cultural y  Social,  situado  en  3  y  526,  donde  antiguamente  funcionaban  los talleres  del  ex Ferrocarril Roca. 
  En  el  2008, un grupo de  estudiantes universitarios  ocuparon  este lugar imaginando que  tenía un gran potencial para explotarlo culturalmente. Decidieron recuperarlo del abandono: estaba lleno de basura y sin ventanas, además le faltaba el techo. 
  En  principio,  funcionó  como  una  escuela  de  circo.  La  gente  del  barrio apoyó  la  iniciativa  y  se  fueron sumando  colaboradores  de  distintos lugares  y  distintas  clases  sociales.  La  cosa  dio  para  más  y  se agregaron talleres rotativos: yoga, teatro, música, pintura, karate y hasta break dance. 
  Lucia,  militante  del  galpón,  que  prefiere  reservar  su  apellido,  cuenta: "en  las  actividades  se  pone  en práctica  una  modalidad  poco  común, que es  la gorra consciente,  donde  cada  alumno  colabora  con  lo que  puede  y quiere,  ya  que  la  idea  es  que  nadie  deje  de  venir".  También  cuenta, que  a  lo  largo  del año  se  agregan  ferias  literarias, jornadas  culturales  y recreativas,  apoyo  escolar,  peñas  y  fiestas  para financiarse. 
  "Todo  a  precios  populares  para  no  perder  la  esencia,  aunque  lo  más importante,  es  que en el lugar se dicte un Bachillerato Popular con una duración de tres años y título oficial", dijo con una sonrisa. 
  A pesar de todo esto, el galpón empezó a ser víctima de ataques constantes. Primero algunas pintadas y    vidrios  rotos.    Después,  los incendios.  Dos  intentos  se  produjeron  en  los  años  2011  y  2012,  y  en ambas  oportunidades  lograron  apagarlo. En  octubre  del  año  pasado,  un nuevo  ataque  con  bombas molotov, en distintos lugares del local, logró que en un rato las llamas consumieran todo. Se arruinaron, pupitres,  sillas, pizarrones  y  todo  el  mobiliario  escolar, además  de  una  gran  parte  del techo. 
  Lucía cuenta que, "ese día fue increíble lo que pasó, porque estaba en agenda para la noche una varieté y los organizadores pensaron en suspender el espectáculo". Pero a medida que corría la voz de lo sucedido, se  acercaron vecinos,  estudiantes  de  distintas facultades,  alumnos  de  la  escuela  y mucha  gente  de otros barrios. Todos colaboraron con lo que podían: dinero, trabajo, o comida para vender. Se juntaron para que el lugar siga funcionando, y así fue.
 De a poco se trabaja para recuperar lo perdido. Hasta el momento no se encontraron culpables, tampoco se abrió una causa judicial y los colaboradores prefieren no hablar del tema, por miedo a sufrir represalias.

Impresión Tolosana


Somos estudiantes del ingreso a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Nos reunimos en grupo con el fin de llevar adelante una tarea específica para el Taller de Gráfica, que consistía en realizar una investigación sobre las inundaciones en Tolosa.

Acordamos un punto de encuentro grupal en la estación de tren y fuimos al Centro de Fomento San Martín, ubicado en el barrio. Cuando llegamos algunos miembros del grupo observaban en detalle el barrio ya que no lo conocían, a diferencia de otros integrantes que lo habían visitado al menos alguna vez. En el club conocimos a la secretaria, Daniela Aragnelli, a quien pudimos entrevistar y logramos obtener una visión directa sobre las inundaciones y sus consecuencias en el lugar.

Al ser nuestro primer trabajo de investigación como estudiantes, sentimos curiosidad, ansiedad e incertidumbre, esperábamos que la entrevista nos brindara información concreta a nuestro trabajo.

Además, tuvimos la oportunidad de realizar una entrevista telefónica al abogado que estaba a cargo de la causa por daños y perjuicios que la inundación causo en el club, lo que nos aportó información técnica que no teníamos.

De esta experiencia podemos destacar que el trabajo en equipo no es fácil, exige coordinación para reunirse y llevar adelante la búsqueda de fuentes, la puesta en común y el debate con los integrantes, teniendo en cuenta que tenemos otras responsabilidades como la familia y el trabajo. A pesar de eso, pudimos superar los obstáculos y nos sentimos conforme con la nota final.

En conclusión, esta tarea nos permitió conocer una pequeña parte del trabajo del periodista, sentirnos parte de la facultad y de la carrera que elegimos y finalmente de los anteojos con los que cada uno concibe la realidad.


Ismael Dalmau
Micaela Romina Martinez
Nahuel Peñaloza
Matias Giordano
Corina Minola
Alexander Acosta 

martes, 11 de marzo de 2014

El Galpón que invita a la solidaridad




Con información y declaraciones obtenidas sobre lo sucedido tras las inundaciones, llegamos al barrio de Tolosa en busca de nuevos testimonios que den cuenta del camino recorrido por los vecinos para levantarse de la catástrofe.


También nos inquietaba conocer aún más sobre la cultura del barrio, e indagar sobre el funcionamiento del Galpón de Tolosa y las actividades que ahí se realizan.


Al llegar al barrio, un montón de emociones nos invadieron. Movilizaba entrevistar a todas esas personas y sentir de cerca sus relatos, observar sus progresos, entender la solidaridad que hubo entre los vecinos y sentir como propia la tristeza de los afectados por sus pérdidas.


Ingresamos al galpón y nos asombramos de los avances logrados por las distintas agrupaciones universitarias en conjunto con los vecinos. Allí inauguraron muchos talleres, como el de circo, yoga, breakdance, etc. que son realizados sin fines de lucro, mediante "la gorra consciente". Además en el lugar también se hacen varietés y fiestas populares, para poder mantenerlo en buenas condiciones.


Hoy en día, luego de los incendios que sufrió el Galpón , el trabajo de los voluntarios se trata de volver a empezar. Es notable el empeño y la garra que pone cada uno con el fin de mejorar las condiciones en las que quedó el Galpón luego de los ataques; para que el barrio pueda volver a participar de los talleres, se pueda seguir dictando el bachillerato y recuperar todo lo perdido por las llamas.


En esa ardua tarea se refleja el cariño de la gente hacia el Galpón, los multiplicados actos de solidaridad, y el trabajo colectivo para volver a poner de pie un lugar de uso cultural y popular.

Sentíamos que teníamos que hablar del Galpón, porque además de ser el lugar con más historia y cultura de Tolosa, nos llamó mucho la atención el compromiso para con la sociedad y los valores que allí se fomentaban. No hubo mejor muestra de ello, que el progreso logrado gracias a la voluntad y la solidaridad del barrio.









Las Mil Casas - ¿Porque lo elegimos?



El barrio se eligió por la historia que tiene, cuando después de consultar documentación de archivo, supimos que el barrio que había sido construido por el aristócrata Juan de la Barra había tenido una repercusión social inesperada. La llegada de los obreros le quitó el protagonismo a las caras de la aristocracia que se veían por entonces.
            Dentro de este cuadro, nos planteamos el interrogante de qué dirección tenía que tomar la nota. Por un lado estaba la historia de los obreros ferroviarios y luego teníamos la información de las Mil Casas. Las dos debían ser desarrolladas con trabajo de campo e investigación, y decidimos que la historia del barrio era más prometedora.
Definido el tema, nos reunimos en el punto de encuentro a dos calles del barrio. Tocamos puertas que con desconfianza, se abrieron y nos rechazaron de plano, con mayor o menor educación. Las excusas que esgrimían eran frases como “miren, yo no los conozco a ustedes, no se quienes son”. Luego seguía el portazo en la cara.
            Después de algunos intentos tuvimos la suerte de encontrar a Omar, que llegaba en su auto a una de las casas del barrio. Sin prejuicios, nos contó que no sólo él era nacido allí, sino que su madre también lo era. Sus abuelos habían venido de Tres Arroyos a trabajar en los talleres ferroviarios.
            De esta manera accedimos a anécdota e información de primera mano, contada por un habitante que recordaba al milímetro cada fachada, y cada mala intervención municipal en pos de “arreglar el barrio”.

            Esa fue nuestra primera experiencia como entrevistadores. Algunos sostienen que no siempre se dan de esa manera. Nosotros esperamos lo contrario.

Las Mil Casas - Entrevista a Omar

Charla con Omar.
P- ¿Continúa habitado el barrio (“Mil casas”)?
O- “Sí. Yo he vivido acá toda la vida. El barrio está habitado pero no ha existido ninguna medida de preservación del mismo. El estado no cumplió el rol de preservar y facilitar la preservación.
E- Claro, cuando es patrimonio histórico de la ciudad…
O- Sí, hay una placa acá sobre la 523…en una zapatería. La placa te dice que el barrio es monumento histórico municipal. Todas las viviendas, que ves acá, se demolieron (señalando hacia la cuadra donde vive). Incluso mi casa. Unos 12 años aproximadamente.
P- ¿Se demolieron?
O- Sí.  Fijate las diferencias entre las medianeras. La cuestión es que uno tiene casa, que tiene más años que la ciudad de La Plata. Esto es de 1882. Con mi madre, mantenerla era un problema muy serio. El problema de este tipo de construcción es que era todo barro y sigue siendo barro, utilizando conchilla como revoque. Ladrillo, conchilla y barro y encima otro ladrillo. La mampostería y todo lo demás hay que mantenerlo y renovarlo. Eso requiere un cuidado constante, luchar con la humedad. Las casas se tuvieron que tirar. Las fachadas en su mayoría están hechas de nuevo. En sí, las casas no se caen. Las estructuras son fuertes.  Por ejemplo las arcadas de las puertas tienen detalles notables, una bóveda. Adentro pisos y techos es todo de pinotea. Otra cuestión, es la cantidad de pozos que tienen las casas. Por ejemplo, mi casa tiene tres. Uno de la casa y dos que son compartidos con tres vecinos. Lo cual era común. Cuando yo era chico, y aún estaban las comunicaciones, uno podía entrar por esta casa y salir en la esquina. (La casa se ubica a mitad de cuadra)
P- ¿Qué tenías pasillos internos?
O- Sí.
P- Qué bueno. De ahí es la comparación que hacían con un laberinto entonces. ¿Cómo fueron las inundaciones acá?
O- Nosotros no nos inundamos. La altura es alta. La zona es una de las más altas de la ciudad. El problema fue de siete para abajo.
P- ¿Cómo llega tu familia al barrio?
O- Este barrio era de los empleados del ferrocarril. Las casas no tenían títulos. Eran todas posesiones. Hubo que ir regularizando el tema del papelerío. Nuestras familias eran ferroviarias. Mi abuelo vino de un pueblo cerca de Tres Arroyos y vinieron acá trasladados.
P- ¿Ya trabajan en talleres allá?
O- Sí, y pidieron el traslado.
Omar retoma el tema referido al descuido del municipio por el barrio.
O- Acá estás ante un cúmulo de malas decisiones. Muy malas. Primó el criterio y decisión de unos pocos “iluminados”, en vez de consultar arquitectos respecto a qué podía conservarse. El piso original de las veredas son ladrillos de molde, tipo cerámico. Todos tenían las mismas veredas pero, producto de las remodelaciones que se encaraban, fueron cambiando. 
En mi infancia, sólo se ingresaba al callejón por calle 3. No había posibilidad de salir por cuatro. Cuando mi vieja era chica, la calle estaba cerrada por una reja de hierro. Custodiada por un policía, se abría bien temprano a la mañana y se cerraba por las noches. Con el correr del tiempo, comenzó a correr el tranvía por calle cuatro. Hacia fines de los 80´s, se asfaltó cuatro. Una de las macanas fue que no se colocaron desagües subterráneos. Caen cuatro gotas y cuatro tiene que drenarse, generando inconvenientes. Siempre se tomaron malas decisiones. Las veredas originales, en vez de recomponerlas, fueron levantadas, colocándose adoquines que poco tienen que ver con la estructura histórica. Las torres de iluminación, hierros con farolas, tampoco son originales. Un mamarracho. Sólo existía una luz para toda la cuadra. Se hicieron cosas, pero se hicieron mal.
La calle era de tierra. Durante el mandato de Alak (década del 90), se asfaltó la calle. Los vecinos financiamos la colocación, no la municipalidad. Guardo recibos de aquellos pagos. Si se quiere promocionar un barrio y lo querés cuidar, corresponde que las autoridades elaboren un plan y tomen intervención. No hubieron beneficios positivos. Con este gobierno menos. Se creen que uno está en contra de ellos, pero no. Lo único que queremos es que se pongan las pilas un poquito. Se debe estimular la preservación con medidas administrativas.
P- ¿Hay una especie de consorcio de mantenimiento o algo?
O- No, no. Si te dijieron que hay algo así, no lo hay.
P- Sale todo a pulmón por lo que veo, gracias a la voluntad de los vecinos…
O- Como todo. Pasa algo en tu casa y tenés que mantenerlo. Acá no hay estímulo municipal para mantener este barrio.
P- ¿Y el delegado municipal?
O- Acá no hace nada. Ni siquiera pasa el basurero en esta calle, desde que está Bruera. Tenés que tirarlo en la esquina. Los canastos tan modernos que ves, los colocaron ellos.
P- ¿Qué suerte tuvo la estación de trenes?

O-  Durante años, se habló de distintos proyectos. Se pensó en un shopping. La Facultad de Exactas quería construir un anexo, que hubiese sido lo mejorcito. Funcionó como taller de Ferrocarril. De chico, jugábamos a la pelota. Era todo una aventura. Estaba lleno de trenes viejos, máquinas viejas. En los 90´s se llevaron todos los hierros, destruyendo todo. En uno de los talleres funciona el Museo Ferroviario, producto de la voluntad de algunos ciudadanos.

Las Mil Casas - Donde habita el olvido

Barrio Las Mil casas
Donde habita el olvido

Fue declarado de Interés Municipal de la ciudad. Sin embargo hoy sólo una placa lo recuerda. Sus vecinos son quienes lo salvan del deterioro y el olvido.
El barrio debe su nombre a un mito, construido por los propios habitantes de la naciente Tolosa en 1882. El ambicioso proyecto del aristócrata porteño Juan de la Barra, financiado por el Banco Hipotecario, sacudió la tranquilidad de los vecinos. El complejo de viviendas, delimitado entre las calles 3 y 4 de 522 a 524 y  destinado a los futuros trabajadores que tendrían los talleres del Ferrocarril del Oeste, era toda una novedad arquitectónica para la época. Ramón Tarruella en su libro “Mitos y Leyendas de La Plata: Breves Historias Urbanas” explica que el diseño interno del barrio, donde las casas se comunicaban entre sí a través de pasillos, daba la impresión de ser más de las 216 viviendas que se construyeron. Así nació el nombre Mil Casas. Los vecinos, que vieron con recelo la iniciativa, no sabían que estaban  siendo testigos del primer barrio obrero de Latinoamérica.
Omar, actual residente e hijo de una de las familias originales de ferroviarios, rememora las anécdotas que le contaba su madre por quien heredó el amor por el lugar. “Yo todavía recuerdo la farola de calle en la vereda de mi casa, que iluminaba toda la cuadra. La reja que se abría a las 7 de la mañana y se cerraba a las 10 de la noche, con el molinete de paso donde jugábamos con el guardia de calle permanente. Todo eso pasó, lo viví yo, no me lo contó nadie”.
El traslado de los talleres del Ferrocarril a Liniers en 1905 marcó el final de un sueño. El éxodo de los trabajadores dio pie a un sinnúmero de rumores que hablaban de apariciones y fantasmas. Se creía que el lugar había sido construido sobre un cementerio indio, y los espíritus de los muertos acosaban a los habitantes del barrio.
“Mientras en Tolosa se multiplicaban las leyendas, en Buenos Aires las cuentas del matrimonio no cerraban. El crédito, que aún no se había terminado de pagar, fue una cuenta pendiente que Emma de la Barra, viuda desde 1904, no pudo saldar a pesar de sus intentos. El Hipotecario decidió, en 1910, rematar la construcción de las Mil Casas”, narra Tarruella.
Pasado los años, inmigrantes árabes y turcos, volvieron a ocupar el complejo deshabitado. Los tolosanos endilgaban cualquier incidente de robo o violencia a estos nuevos vecinos. Los comentarios afirmaban  que allí solo vivían navajeros, delincuentes y prostitutas.
En 1999 la UNESCO nominó a las Mil Casas como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, eso motivó que la Municipalidad lo nombre de Interés Municipal. “Quienes declararon patrimonio histórico al barrio, fueron los mismos que lo descuidaron” dice Omar, con su voz entrecortada. Poco queda de las fachadas originales. Incluso se han colocado farolas y reemplazado veredas, que no guardan relación con la estética original. “Esto que ven aquí hoy, es un cúmulo de malas decisiones. Jamás se consultó un arquitecto para ver de qué manera podía preservarse este barrio”.
El trabajo de Omar, así como del resto de los vecinos ha sido y es, un ejercicio del recuerdo. La lucha del hombre contra el olvido de una época pasada, por un barrio que fue testigo mudo de centenares de historias. Historias que piden a gritos ser contadas.