El Galpón de Tolosa
Transformando el abandono en inclusión
Por Eugenia Hidalgo, Eduardo Sansone, Matías Uño, Dolores Barceló, Camila Cadel, Jimena Saint Laurent
Rodeado de árboles y camuflado por algunos grafitis que no alcanza a disimular su aire inglés, se encuentra el Galpón de Tolosa. El Galpón, a secas, como lo llaman los vecinos y colaboradores es un Centro Cultural y Social, situado en 3 y 526, donde antiguamente funcionaban los talleres del ex Ferrocarril Roca.
En el 2008, un grupo de estudiantes universitarios ocuparon este lugar imaginando que tenía un gran potencial para explotarlo culturalmente. Decidieron recuperarlo del abandono: estaba lleno de basura y sin ventanas, además le faltaba el techo.
En principio, funcionó como una escuela de circo. La gente del barrio apoyó la iniciativa y se fueron sumando colaboradores de distintos lugares y distintas clases sociales. La cosa dio para más y se agregaron talleres rotativos: yoga, teatro, música, pintura, karate y hasta break dance.
Lucia, militante del galpón, que prefiere reservar su apellido, cuenta: "en las actividades se pone en práctica una modalidad poco común, que es la gorra consciente, donde cada alumno colabora con lo que puede y quiere, ya que la idea es que nadie deje de venir". También cuenta, que a lo largo del año se agregan ferias literarias, jornadas culturales y recreativas, apoyo escolar, peñas y fiestas para financiarse.
"Todo a precios populares para no perder la esencia, aunque lo más importante, es que en el lugar se dicte un Bachillerato Popular con una duración de tres años y título oficial", dijo con una sonrisa.
A pesar de todo esto, el galpón empezó a ser víctima de ataques constantes. Primero algunas pintadas y vidrios rotos. Después, los incendios. Dos intentos se produjeron en los años 2011 y 2012, y en ambas oportunidades lograron apagarlo. En octubre del año pasado, un nuevo ataque con bombas molotov, en distintos lugares del local, logró que en un rato las llamas consumieran todo. Se arruinaron, pupitres, sillas, pizarrones y todo el mobiliario escolar, además de una gran parte del techo.
Lucía cuenta que, "ese día fue increíble lo que pasó, porque estaba en agenda para la noche una varieté y los organizadores pensaron en suspender el espectáculo". Pero a medida que corría la voz de lo sucedido, se acercaron vecinos, estudiantes de distintas facultades, alumnos de la escuela y mucha gente de otros barrios. Todos colaboraron con lo que podían: dinero, trabajo, o comida para vender. Se juntaron para que el lugar siga funcionando, y así fue.
De a poco se trabaja para recuperar lo perdido. Hasta el momento no se encontraron culpables, tampoco se abrió una causa judicial y los colaboradores prefieren no hablar del tema, por miedo a sufrir represalias.
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